domingo, 22 de enero de 2012

Salazar #4

Salazar, era alguien muy aseado, después de todo jamás olvidaba cepillar sus dientes por la noche.
Era temprano, recién despertaba era hora de los deberes. ¿Cuántos siendo un niño?. Sólo mantenerse cuerdo solo.

Katalina.- Salazar, ve por tu mochila, debes ir al kinder.
Salazar.- (va por su mochila.).
*Salen en dirección al kinder*

 Se dirige al kinder mientras saltaba de charco en charco, ladrándole a los perros y tocando sus narices, viendo cuanto animal podía, subiendo las rejas del zoológico por el que tenía que pasar cada mañana para llegar al kinder

Salazar era el tipo de niño que no hablaba, solía hacer ruidos extraños mientras jugaba con sus muñecos, pero no decía ni un "pio", no sin que antes alguien le dirigiera la palabra. Solía dibujar mientras estaba en clase y cuando le hacían dibujar pegaba cosas en su libreta, cuando tenia que pegar cosas en su libreta el escribía.
Su sitio favorito para sentarse era el que estaba junto a las ventanas, pues siempre fue distraído, miraba aves y aves pasar desde la ventana...contaba las nubes.

Siempre era mirado por los niños de la otra mesa como si fuese malvado, pero él simplemente les sonreía, a veces se ponía feliz y hacía las burbujas de saliva más grandes que todos sus compañeros, podía hacer las torres de palitos más grandes y bonitas, escupía más lejos que el conserje, en las clases deportivas corría extrañamente, pero más rápido, esto era durante poco tiempo. Salazar tenia pies planos y asma, pero corría açun así, al borde de la asfixia, hasta que su profesor se lo impidiese.

Era al final de todo, aceptado por el resto, podía hacer esas figuras de gatos y bolas que los profesores dejan en clase más rápido que sus compañeros, pues él ya sabía escribir. Su abuelo, un viejo con poco que hacer le había enseñado las letras cursivas, las había dominado poco después de su ingreso al kinder.
Siempre fué fácil, sabía dibujar, pues se enamoraba perdidamente de las caricaturas, cantaba con vigor los temas de entrada, se paraba frente al televisor y se sentaba durante los comerciales; pasar 9 horas solo para un niño de 3 años en el kinder que terminaba la tarea mientras comía exigía mirar el televisor...

Nunca fue el de mejores calificaciones, más bien era el niño de los nueves que vivía a la sombra del niño con dieces, al que todos le decían: -¡Eres tan bueno!-. Mientras que a Salazar le decían: -Sigue esforzándote, que ya lograras lo que él algún día-. Salazar sentía un infinito desprecio a ser comparado y ésto el inicio de su trayectoria académica y un ciclo ya monótono de comparaciones.





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